MEMORIA JUSTA, DIGNIDAD INTACTA
No escribo estas líneas desde el rencor, sino desde el respeto. Respeto a los hechos, a los que vivieron, a los que murieron, y a quienes fueron silenciados. Mi abuelo, Francisco Baena Jiménez, no fue un personaje histórico famoso, pero sí fue un hombre justo, culto, creyente y fiel a su conciencia. Muró por eso. Y su historia merece contarse con verdad.
Ni franquista, ni traidor: simplemente humano
Mi abuelo no fue franquista. Tampoco fue un traidor a la República. Fue un funcionario leal a la legalidad vigente, la de la II República, que se negó a participar en el odio. Protegió a monjas y sacerdotes, denunció la destrucción del patrimonio, se negó a entregar listas para facilitar represalias. Fue ejecutado por eso.
Su hijo, mi padre, fue perseguido, torturado, exiliado y obligado a hacer el servicio militar tras la guerra. Esa obligación fue luego usada por algunos para acusarlo de haber sido franquista, como si no se tratara de una imposición legal para sobrevivir. La manipulación no conoce límites cuando está guiada por la ideología.
No queremos privilegios, solo verdad
No escribo para exigir homenajes. No busco monumentos, becas, subvenciones ni pancartas. Solo escribo para que la verdad no se pierda entre el ruido, para que el silencio no sea la última palabra, y para que quienes manipulan la historia con fines ideológicos no tengan la última voz.
Mi familia fue dispersada, perseguida, humillada y silenciada. La memoria que hoy recupero no es solo la de los documentos, sino la del dolor heredado y el valor transmitido en silencio.

Sin memoria justa, no hay dignidad
No hay paz sin verdad. No hay respeto sin reparación. La historia no puede seguir escrita solo por quienes tienen poder para publicar, para dictar etiquetas o para distorsionar lo que no encaja en sus esquemas.
La dignidad de mi abuelo, la de mi padre, y la de tantos otros que no pudieron defenderse de las balas ni de las mentiras, exige que no se les utilice más como peones de relatos ajenos.
La memoria justa no borra nada, pero tampoco acepta el falseamiento.
Esta historia continuará
Lo que he escrito hasta aquí no es el final. Es solo el principio de una memoria que quiero dejar clara, documentada y viva.
Porque la verdad, aunque duela, libera. Y porque la dignidad, aunque se intente enterrar, vuelve siempre a la luz.