EL ASESINATO DE MI ABUELO FRANCISCO BAENA JIMÉNEZ, ABOGADO Y FIEL FUNCIONARIO DE LA II REPÚBLICA
Martes, 31 de diciembre de 2024
En el libro Nos vemos en Chicote (1), del catedrático de la Universidad de Alicante Juan Antonio Ríos Carratalá, se hace una referencia a mi abuelo Francisco Baena Jiménez, calificándolo como "víctima nacional". Esta afirmación, que aparece en la página 152, no solo es incorrecta, sino también intencionadamente tergiversada, como tantas otras "inexactitudes" presentes en la obra. Dichas distorsiones, dirigidas a sostener un relato parcial, no son más que falsedades que iremos desgranando en futuros artículos.

No, señor Ríos Carratalá, mi abuelo no fue una "víctima nacional". Francisco Baena Jiménez fue una víctima republicana: un republicano asesinado por otros republicanos debido a su fe, pues su condición de creyente les resultaba intolerable. Mi abuelo, fiel funcionario de la República, fue ejecutado por aquellos mismos "demócratas" que usted defiende (y su familia pagó por esa fidelidad), precisamente por su oposición a los actos de barbarie que ellos cometieron. Resulta curioso cómo, en su libro, usted califica las acciones de las fuerzas nacionales como "genocidio" u "holocausto", mientras justifica o minimiza las atrocidades cometidas por las milicias republicanas.
El caso de mi abuelo es un ejemplo de las dos Españas que describía Joan Manuel Serrat en su célebre canción: "Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón." Ni mi abuelo ni mi padre se salvaron de esta fractura ideológica que tanto sufrimiento trajo a nuestro país. Tras el saqueo de su casa, mi abuelo fue fusilado por milicianos de la CNT/FAI, quienes acompañaban a la Columna del Rosal del ejército republicano. Su fidelidad a la República no lo salvó, su familia fue declarada "enemiga" (una viuda y cuatro menores de edad) y disuelta, su hijo mayor padeció tremenda persecución, con detenciones y pasos por chekas donde le dieron "masajes terapéuticos y recitales de poesía". Después de la Guerra Civil, su viuda acompañada por su hijo mayor, mi padre, solicitó una pensión como víctima de guerra, pero el régimen franquista se la denegó bajo el pretexto de que su esposo "no se sublevó".

Mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, también sufrió la persecución y violencia de esas dos Españas. Fue detenido, torturado en las checas y obligado a exiliarse en Francia y Marruecos. Pero según Ríos Carratalá, en sus últimos hallazgos de investigación académica y haciendo méritos para que lo hagan "emérito", ni padeció en chekas, ni vivió este exilio, simplemente porque él así lo decide... Estas afirmaciones, tan carentes de rigor, serán respondidas más adelante.
LA TRAGEDIA FAMILIAR
La vida de mi abuelo Francisco Baena Jiménez quedó marcada por su valentía y su integridad. Abogado y Secretario del Ayuntamiento de Torrelaguna (Madrid), defendió abiertamente la fe y el patrimonio cultural de la localidad donde vivía. Un ejemplo de ello fue su condena pública al atentado contra el monumento en honor al Cardenal Cisneros (un templete con una cruz), dinamitado por extremistas meses antes del inicio de la Guerra Civil. Este gesto lo convirtió en un blanco para las milicias. El templete sería reconstruido en 1949.
En 1936, meses después de iniciarse la Guerra Civil, Torrelaguna es tomada por el ejército republicano. A la columna del teniente coronel del Rosal le acompañan milicianos de la CNT/FAI. Como Secretario del Ayuntamiento, mi abuelo tuvo acceso a información privilegiada y advirtió a sacerdotes y religiosos sobre los planes para ejecutarlos, facilitando su huida. Entre ellos estaba D. Juan Ricote, quien años después se convertiría en Obispo Auxiliar de Madrid y murió siendo Obispo de Teruel. Mi abuelo también protegió a las monjas Carmelitas, proveyéndoles de ropa seglar para su escape. A pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar el asesinato de otros religiosos, como Don Fermín España y Don Alejandro de Marco, que se negaron a huir porque decían no temer nada, ya que sólo intentaban hacer el bien a cuantos podían, recientemente reconocidos como mártires de la Iglesia.

El 7 de agosto de 1936, mi abuelo fue detenido por los milicianos de la CNT/FAI y ejecutado en el convento de las monjas Concepcionistas, a quienes había defendido valientemente. Esta tragedia fue documentada por el doctor en Antropología Roberto Fernández, coordinador del libro La Sierra Convulsa (2), editado dentro de los programas de Memoria Histórica, en el que introduce el siguiente epígrafe:" A todos los que han sufrido y sufren sin merecerlo ". Gracias a su orientación, pude confirmar estos hechos en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y en el Registro Civil de Torrelaguna, donde consta el acta de defunción de mi abuelo (registrado en 1939).
EL DESAMPARO DE UNA FAMILIA
De mi abuelo dependía toda la economía familiar, no tenía posesiones, ni tierras, ni dinero. Tras concluir la Guerra Civil, mi padre alistado ya en su servicio militar obligatorio, acompañó a su madre a solicitarle "con el uniforme militar franquista" (3) la pensión de viudedad y se la denegaron a pesar de corresponderle y habiéndola dejado en la más absoluta de las miserias con cinco hijos a su cargo. Fue denegada a pesar de la intervención tanto de D. Juan Ricote (capellán de las monjas de clausura a las que mi abuelo defendió y en una hornacina de cuya capilla fue asesinado, a quien salvó la vida huyendo al avisarle que lo querían asesinar, como de la intervención de algún militar de alto rango amigo de la familia, así como de religiosas carmelitas que testificaron que fueron salvadas por mi abuelo. Resultó desestimada la petición de pensión, pues en la partida de defunción se hizo constar que fue " asesinado por las hordas rojas, pero no se sublevó ". El primero de la gran cantidad de beneficios obtenidos por el Régimen franquista, según Ríos Carratalá (porque lo dice él y punto), de los que "la familia no tenía noticias y se ha enterado gracias a él"...
La familia de mi abuelo fue evacuada forzosamente a Munera (Albacete), como tantas otras consideradas "enemigas" por los republicanos. Mi abuela, con cuatro hijos menores, dependía por completo de la caridad de las familias que los acogieron, bajo la obligación de mantenerlos. Mi abuela y mi tío Curro (hermano menor de mi padre, 8 años tenía entonces, con quien tenía debilidad y terminada la guerra ejerció como padre para él) en casa de unos labradores de clase media, mi tía Carmen en casa de un señor que tenía cinco hijas, mi tía Gertrudis en la casa de un maestro nacional que a su vez fue movilizado, quedando ella con la mujer y una hija. Mi tía María José, con un familiar de origen británico y de apellido Ferguson, a quien mi abuelo le asesoraba en sus negocios y se la llevó algún tiempo antes a Gibraltar. Todas esas familias se portaron de forma inmejorable con ellos y poco a poco fueron conociendo la realidad de su tragedia.

Concluida la Guerra Civil, mi padre, tras su exilio en Francia y Marruecos (aunque recientemente su "cronista reescritor" niega que hubiese estado exiliado, porque lo dice él y punto), 24 años, da sepultura a su padre el 11 de abril de 1939, quien había permanecido en una fosa común durante tres años y a quien reconoció por la ropa que llevaba. Este traumático episodio marcó profundamente su vida. Posteriormente, la familia se trasladó a Sevilla, donde intentaron reconstruir sus vidas desde la nada, habiéndolo perdido todo.
Tras comprobar el saqueo de la casa familiar, la familia se encaminó a Sevilla donde una hermana de mi abuelo les acoge, al igual que a otros muchos familiares seriamente perjudicados por la Guerra Civil. Mi abuela y sus hijos en lo alto de un camión volvieron de Madrid a Sevilla. Habían perdido absolutamente todo. Mi padre, que no era militar de carrera ni funcionario desde 1934, como algunos han querido hacer ver, entre ellos Ríos Carratalá (otra de sus joyas que ya comentaré igualmente en otro artículo y los juegos de trilería que hace con ello, lo que dijo y lo que dice), no tuvo más remedio que incorporarse al ejército para cumplir con su servicio militar obligatorio y por su condición de licenciado en Derecho, fue asignado entre otros servicios al Cuerpo Jurídico Militar.
Mi padre, obligado a cumplir el servicio militar obligatorio en el ejército franquista (adjetivo que recalca Ríos Carratalá: el único que había por si no lo sabe), siendo asignado entre otros destinos, al Cuerpo Jurídico Militar debido a su formación como licenciado en Derecho. Sin embargo, Ríos Carratalá, en un ejercicio de manipulación histórica, cuestiona incluso su formación académica y lo presenta como un colaborador del régimen, ignorando su verdadero contexto y trayectoria.
UNA HISTORIA QUE MERECE SER CONTADA CON RIGOR
Francisco Baena Jiménez fue un hombre íntegro y un servidor leal de la República, cuya vida y legado fueron sacrificados por la intolerancia ideológica de su tiempo. Su asesinato y el sufrimiento de nuestra familia son un recordatorio del costo humano de las divisiones políticas. Sin embargo, esta historia merece ser contada con rigor y respeto, no manipulada para servir intereses ideológicos ni descontextualizada para encajar en narrativas preconcebidas.
Las investigaciones y testimonios que aquí se presentan se basan en fuentes documentales, como el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, el Archivo Parroquial de Torrelaguna, el Registro Civil de Torrelaguna y el expediente administrativo de mi abuelo. A pesar de los esfuerzos de ciertos autores por distorsionar los hechos, seguiremos defendiendo la memoria de mi abuelo y la verdad de nuestra historia familiar.
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(1) Ríos Carratalá, Juan Antonio. "Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista". Editorial Renacimiento / Universidad de Alicante, Valenciana de la Concepción, Sevilla, 2015
(2) Fernández Suárez, Roberto y otros. "La Sierra Convulsa. Segunda República, Guerra Civil y Primer Franquismo al Norte de Madrid". Editorial Círculo Rojo. 3ª edición, 2016
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(3) porque no había otro uniforme terminada la guerra en 1939 para aquel que tuviera pendiente su servicio militar obligatorio, pero al catedrático le interesa incidir en lo de "militar franquista", como si los que hicieron su servicio militar entre 1939 y 1975 hubiesen pertenecido a otro ejército, y por esa misma razón todas esas personas deberían ser llamadas y consideradas erróneamente como "militares franquistas" (supongo que su padre por ejemplo...)