DECLARACIÓN PÚBLICA “Cuando el autor del bulo te sigue en Facebook…”


Hoy he recibido varios mensajes de Facebook y, para mi sorpresa, uno de ellos anunciaba que un señor llamado Juan Antonio Ríos Carratalá había empezado a seguirme.
Al principio pensé que se trataría de un homónimo, pero no: era el mismo catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante que, en 2019 (año en el que me di cuenta), resultó ser autor de varias URLs en las que vertía falsedades más que evidentes sobre mi padre, fallecido hace muchos años.
Por esa razón me dirigí a él, pidiéndole que retirara esas publicaciones por su falta de veracidad.
Me contestó con falsa amabilidad y gran cinismo, asegurando que lo haría de inmediato y afirmando al mismo tiempo que sus textos eran "documentados y rigurosos".
Incluso hizo gestiones para que algunas URLs dependientes de otras personas o entidades también fueran retiradas.
Las eliminó de inmediato, pero… con el tiempo se comprobó que todo aquello no fue más que una escena teatral, digna del teatrólogo que dice ser.
Era el mismo catedrático que sabía perfectamente lo que había escrito, y que no se limitaba a esas pocas direcciones, sino que llevaba muchos años viviendo del mismo relato, repitiéndolo en artículos, entrevistas, conferencias y libros.
En ellos, los documentos históricos fueron manipulados ideológicamente, y el rigor brilló por su ausencia, salvo a la hora de reescribir falsamente la vida entera de mi padre.
Cuando
fue sorprendido en su propia falsedad —un bulo
monumental en el
que involucró a mi padre, atribuyéndole funciones que nunca tuvo y
haciéndolo partícipe de un engranaje represor por
el que supuestamente obtendría
innumerables beneficios—, optó
por huir hacia adelante,
haciéndose la víctima
y autoproclamándose "defensor de las víctimas", aunque solo de
aquellas que encajan en su ideología. Igualmente
ha ido engrosando su "descubrimiento" con nuevos comentarios,
artículos, entrevistas, publicaciones...
Ha
practicado un trincherismo
guerracivilista permanente,
nada que ver con el estudio de la Historia, reabriendo heridas y
presentando su visión parcial como verdad incuestionable.
No
es historiador, aunque se
autodefina como tal sin ser licenciado en Historia
—algo que varios historiadores me han confirmado—.
Es un
intruso en la
profesión, que
disfraza su fanatismo ideológico con lenguaje académico y difunde
una visión sectaria
y crispadora
desde su puesto universitario.
Sus
falsedades han sido respaldadas
por colegas suyos
que han preferido creerle sin contrastar nada, movidos por un
corporativismo
ideológico que
se impone sobre la verdad y/o por el
temor a ser señalados
por no alinearse con el "progresismo" reinante (es decir, a ser
tachados de "fachas").
A esos mismos colegas, cuando se les
pregunta por escrito o personalmente —y me he reunido con algunos—,
se les cae la
máscara: alegan
que "no sabían", que "creían que el proceso judicial era por
otros motivos" o que "desconocían el proceso que dio lugar a la
polémica".
Pero no: fue
simplemente por decir la verdad y exigir rigor donde había
manipulación.
El
mismo catedrático alegó falsamente que yo estaba "en contra de la
libertad de expresión y de cátedra", que quería "reescribir la
historia" —cuando eso es precisamente lo que ha hecho este
señor—, que "estaba a favor de la censura de épocas pasadas"
o que pretendía "borrar archivos históricos".
Y entonces
aparecieron multitud de colegas en
los medios que daban
lecciones sobre la "libertad de expresión" (entre ellos, algún
amigo mío) repitiendo que "la historia no se puede cambiar";
otros sacaron a Franco y la censura, y otros añadieron que "los
archivos históricos son los que son", con lo que estoy totalmente
de acuerdo, pero
no que se consideren como tales los artículos de este señor, como
al parecer él los considera,
por muy catedrático de Literatura Española que sea.
Nada
más lejos de la realidad: jamás
pedí borrar archivos ni reescribir la historia.
Me
limité a pedirle a él —personalmente— que retirara algunos
textos de los muchos
contenedores de falsedades
que él mismo había publicado.
Lo
falso no se convierte en historia por estar impreso.
A
partir de ahí, puso
en marcha una operación mediática
en su defensa: un periodista ideológicamente afín me tendió una
trampa y, en pocas horas —tras un simple intercambio de correos
electrónicos—, El
País publicó una
primera versión
deformada de los hechos.
Desde
ahí se propagó una cadena de titulares copiados unos de otros, a
los que cada medio añadió sus propias "cosechas" —que luego
han negado—, pero todas
están peritadas
y tienen algo en común: nadie
contrastó ni un solo dato, ni conmigo ni con los archivos
históricos.
El
catedrático tuvo voz
exclusiva; la
víctima, ninguna.
(¿Quién
censuró a quién?)
Ese
mismo señor, con el respaldo de amigos bien situados —académica,
política o económicamente—, ha convertido
mi vida y la de mi familia en un calvario,
Y
en ese clima de guerracivilismo
alimentado desde la universidad y amplificado por los medios,
no han faltado insultos
y amenazas graves,
ya denunciadas en parte, aparte
de innumerables daño de todo tipo prolongados en el tiempo: morales,
familiares, sociales, económicos, médicos, etc.
Cuando
alguien me sigue en redes sociales, suelo mirar quién es.
Y
entre los seguidores de este catedrático hay de todo:
incondicionales
formados y no formados,
agradecidos porque escuchan lo que quieren oír.
A eso se le
llama retroalimentación
ideológica, y a
él —como buen egocéntrico narcisista— le encanta difundir en su
blog los aplausos que recibe.
Dudo mucho que muchos de ellos
sepan realmente quién
fue mi padre,
salvo lo que dice Ríos
Carratalá, pero ni tan
siquiera quién
fue Miguel Hernández.
Y
si el teatrólogo es quien les da los "datos" que desean oír,
entonces la desmemoria
está garantizada.
Miguel
Hernández, convertido en icono
de la izquierda,
genera pasiones y clichés.
Pero cada vez estoy más convencido
de que pocos lo han leído —y mucho menos con profundidad—.
Yo
sí: tengo sus Obras
Completas desde
hace años, y las leí sin prejuicios.
Quizá
ahora no se me ocurran más cosas que decir, pero vendrán.
Mientras
tanto, quien quiera conocer la verdad y los documentos que lo
demuestran puede hacerlo aquí:
👉
www.antonioluisbaenatocon.es

Y
muy especialmente en el blog,
donde he ido respondiendo una a una a las falsedades publicadas por
el profesor Ríos Carratalá en su blog Varietés
y República o en
otros medios.
Y lo seguiré haciendo, porque en justicia se lo
debo a mi difunto padre.
Declaración final
No he perseguido censura alguna ni pretendido silenciar la historia.
Solo he defendido la verdad, la honra y la memoria de mi padre, falsamente implicado en un relato ideológico que no se sostiene documentalmente.
Si eso —decir la verdad— se interpreta como una amenaza a la "libertad de cátedra", entonces el problema no está en quien la reclama, sino en quien la utiliza como escudo para mentir.