CUANDO LA DIFAMACIÓN SE CONVIERTE EN CHISTE: EL SARCASMO COMO DEFENSA Y EL DESPRECIO COMO MÉTODO
Ficha de entrada
Tema: El uso del sarcasmo por parte de la Agencia EFE para ridiculizar la indemnización solicitada y trivializar el daño causado.
Objetivo: desmontar esa estrategia, mostrar su gravedad y explicar por qué el daño sufrido es real, acreditado y jurídicamente relevante.
Texto base: último bloque de mi escrito jurídico (sarcasmos sobre la indemnización, referencia a islas del Caribe, platillo volante, casa de Bertín Osborne, etc.), más la comparación con la demanda de AMI contra META.

En
los procesos judiciales por intromisión ilegítima en el honor, uno
espera —al menos— un mínimo de seriedad.
No pido solemnidad
romana ni frases lapidarias; basta con respeto.
Lo que nunca
imaginé es encontrarme con la escena final de una comedia
barata dentro de
un procedimiento donde se discutía, nada menos, que el honor de mi
padre y el daño causado a mi familia.
Porque sí: la Agencia EFE decidió responder a una demanda perfectamente fundamentada —con documentos, jurisprudencia, peritajes y sentencias— con sarcasmos.
No con argumentos,
no con
hechos,
no con verificaciones,
sino con bromas.
Según ellos, la indemnización solicitada por mí permitiría:
"vivir varias vidas a pleno lujo",
comprar "una isla en el Caribe",
adquirir "un platillo volante",
o incluso la casa de Bertín Osborne,
quedándome aún "seis millones para gastos menores".
No es ficción.
Es texto
oficial de la contestación a la demanda.
1. El sarcasmo como cortina de humo
Esto nos obliga a una reflexión dolorosa pero necesaria:
¿Por qué una agencia pública, de titularidad estatal, decide responder con chistes?
La respuesta es sencilla: porque no tienen argumento alguno.
No pueden justificar que difundieron una falsedad.
No pueden justificar que no contrastaron en un archivo público.
No pueden negar que existe una sentencia judicial que desmonta su información.
No pueden justificar que vulneraron su propio Código Ético y su Estatuto de Redacción.
No pueden ocultar que cuentan con un departamento llamado EFE Verifica y aun así no verificaron nada.
Cuando no hay defensa jurídica, aparece el recurso primitivo del sarcasmo, que cumple dos funciones:
Humillar al demandante, convertir su reclamación en un chiste.
Evitar hablar del fondo del asunto, desplazando la discusión hacia lo grotesco.
No argumentan sobre la
verdad.
No argumentan sobre la veracidad.
No argumentan
sobre su responsabilidad.
Argumentan sobre un platillo volante.
Y aquí empieza lo peligroso.
2. Cuando el humor sustituye a la responsabilidad
Los chistes, en apariencia
simpáticos, cumplen un propósito disciplinario:
reírse
del que reclama verdad
y reforzar la posición de poder del que difama.
El mensaje subterráneo es claro:
"Si te quejas de que hemos difundido una mentira sobre tu padre, te ridiculizaremos".
Es una táctica muy vieja:
convertir al ofendido en caricatura,
ridiculizar su sufrimiento,
trivializar una difamación,
minimizar un daño real.
Pero aquí la situación resulta todavía más grave porque quien aplica esta táctica no es un bloguero cualquiera, sino la Agencia EFE, un organismo estatal con función de servicio público y presupuesto público.
3. ¿Es exagerado el quantum indemnizatorio? La verdad es que NO
El sarcasmo de EFE pretende
instalar la idea de que mi solicitud económica es extravagante, casi
delirante.
Pero la realidad es tozuda:
→ En diciembre de 2023, 83 medios de comunicación españoles demandaron a META por 550 millones de euros.
¿Les acusó alguien de querer
"vivir varias vidas a pleno lujo"?
No.
¿Les dijeron que podrían
comprarse una isla en el Caribe?
Tampoco.
¿Les compararon con Bertín
Osborne?
Ni remotamente.
Esos 83 medios —entre ellos varios de los demandados en mi caso— consideraron proporcionado reclamar 550 millones a una empresa norteamericana por una cuestión de protección de datos.
Yo, por una campaña de desinformación que afectó al honor de mi padre, difamada en más de 1.000 publicaciones, pido una indemnización milimétricamente justificada, por daños, entre otros:
al honor,
a la memoria de mi padre fallecido,
a mi salud emocional,
y a la de mi familia.
Y la Agencia EFE responde con burlas.
Cuál es la diferencia real:
A META la demandan 83 medios
muy poderosos.
A EFE la demanda un ciudadano que solo pide que
no se mienta sobre su padre.
La sátira de EFE revela, en
el fondo, un desprecio social:
hay
quienes creen que la verdad de las familias humildes vale menos que
la de los grandes grupos mediáticos.
4. Lo que está en juego no es dinero: es memoria, honor y verdad
Podría no haber reclamado ni
un euro.
Podría haber pedido solo una rectificación.
Y
aun así EFE habría reaccionado igual, porque el problema no es la
cuantía:
el
problema es que no quieren reconocer la mentira.
Ni la falsedad,
ni la
irresponsabilidad,
ni el incumplimiento,
ni el daño
causado.
Porque admitir eso implicaría:
reconocer que Ríos Carratalá mintió documentalmente,
reconocer que EFE replicó su mentira,
reconocer que no contrastaron nada,
reconocer que actuaron con sesgo ideológico,
reconocer que su departamento EFE Verifica es incapaz de verificar,
y reconocer que se rompió el principio más básico del periodismo:
no difundir lo falso cuando es comprobable lo verdadero.
Eso es lo que no quieren
admitir.
Por eso el sarcasmo.
Por eso la burla.
Por
eso el platillo volante.
5. El sarcasmo es la admisión involuntaria de culpa
Si alguien tiene un buen
argumento jurídico, lo expone.
Si alguien tiene un buen
argumento fáctico, lo demuestra.
Si alguien tiene un buen
argumento documental, lo aporta.
Pero cuando alguien responde a una demanda con chistes, significa solo una cosa:
no tienen defensa.
El sarcasmo es el refugio
final de quien no puede justificar sus actos.
Y en este caso,
además, es una falta de respeto no solo hacia mí, sino hacia la
propia función pública que EFE representa.
6. Conclusión: la dignidad no admite sarcasmos
El sarcasmo, convertido en
argumento jurídico, es un síntoma de decadencia institucional.
Y
también una confesión.
La Agencia EFE podrá hablar
de platillos volantes, de islas caribeñas y de casas de
famosos.
Podrá intentar ridiculizar mi reclamación.
Podrá
intentar que el daño que han causado parezca un chiste.
Pero la verdad sigue
ahí:
difundieron
una falsedad que ya había sido desmontada judicialmente,
y
su actuación no fue un error: fue una negligencia repetida, extensa
y profundamente dañina.
Y mientras no asuman su
responsabilidad,
seguiré explicándolo —con documentos y sin
sarcasmos— todas las veces que haga falta.